Los Hornos de La Ochoa: Una verdad que tardó décadas en hablarse

Durante años, La Ochoa fue para muchos un rincón más entre las sierras. Un predio agreste, atravesado por caminos rurales, viejos hornos de cal y una naturaleza imponente. Sin embargo, bajo esa misma tierra, la historia guardaba un silencio profundo.

En 2014, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó restos humanos en uno de los hornos de cal ubicados dentro del predio. Se trataba de cuatro jóvenes estudiantes desaparecidos durante la dictadura: Lila Rosa Gómez Granja, Alfredo Felipe Sinópoli, Ricardo Enrique Saibene y Luis Agustín Santillán Zevi. Todos ellos secuestrados en diciembre de 1975, en Córdoba capital, y luego ocultados en esta zona.

El dato clave lo aportó Andrés Quiroga, un vecino de Malagueño que durante su infancia vivió en La Ochoa. Casi 40 años después, cargando con el peso del recuerdo, se animó a contar lo que había visto de niño: una mano humana entre los restos del horno, un hallazgo que lo persiguió en sueños durante años.

Ese testimonio fue lo que permitió reabrir excavaciones en un área que parecía ya explorada. Y ese mismo año, luego de una década de trabajo minucioso y silencioso, se encontraron los primeros huesos humanos. Fue un hito histórico: no sólo por el hallazgo en sí, sino porque rompió con la estrategia de los represores de eliminar toda prueba y llevarse el secreto a la tumba.

En el video que acompaña este recorrido, presento mi nueva bicicleta y realizo una prueba de MTB entre los caminos, subidas y paisajes de La Ochoa. Si bien el objetivo principal del capítulo es otro, hago algunas menciones breves a este hecho trágico, porque creo que no se puede pedalear por esta tierra sin reconocer lo que ocurrió aquí.

Este texto viene a ampliar esa parte, a contar con más detalle una historia que merece ser conocida y compartida. Porque andar en bici también puede ser una forma de memoria. Y en lugares como este, el pasado sigue hablando, incluso cuando el viento parece haberlo borrado todo.

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